Religión
Desde tiempos remotos, incluso antes de la aparición de la
escritura, la religión es crucial: se teoriza que hasta los Neandertales
contaban con cultos religiosos, y el Homo Sapiens ha pasado su historia creando
y destruyendo dioses. Grecia, Roma, Egipto, Mesopotamia, y las demás
civilizaciones antiguas fueron profundamente religiosas, y aunque el
Renacimiento decidió dejar atrás a Dios como el centro de su vida en favor del
hombre, la religión siguió latente.
Apertura a las
religiones grecolatinas extintas
La caída de Constantinopla en 1453 provocó que los eruditos
bizantinos buscaran oportunidades alejadas del dominio otomano en Europa, y al
ser el Imperio Romano de Oriente un estado basado, naturalmente, en costumbres
romanas y estando sumamente helenizado, se mantuvieron bien cuidados los
conocimientos antiguos. Obras literarias como la Odisea, la Ilíada, la Teogonía
o los Gredos se mantenían intactos allí, y obras científicas o filosóficas como
Geographia, De historia plantarum, la República o Política también, y cuando
los eruditos huyen de Bizancio las traen consigo, dándole necesario
conocimiento a la medieval Europa.
Sin embargo, si este movimiento se hubiese producido antes
de la aparición de movimientos como el humanismo o el inicio del Renacimiento,
pudieron haber sido catalogadas como obras paganas y haber sido fuertemente
censuradas. Sin embargo, la zona geográfica y el momento histórico en que los
eruditos se movilizaron a Europa y reaparecieron las obras clásicas ya estaban
experimentando un vertiginoso movimiento de apertura, permitiendo la expansión
y difusión de estos textos. El reciente desarrollo de la imprenta por parte de
Gutenberg también brindó una plataforma para la difusión de ellos, y
considerando el Renacimiento como un resurgimiento de las costumbres
grecolatinas, este hecho fue fundamental.
Es interesante que esta obra de arte, La Escuela de Atenas de Rafael Sanzio, se parece a nosotros estudiando antes de un examen. |
Abandono del
extremismo católico
Si algo se pudiese rescatar del ciclo de exposiciones
respectivas a la Edad Media que hemos trabajado desde hace casi un mes es que
durante este período el teocentrismo era dominante: Dios era el centro de todo,
y todo provenía e iba hacia él. El hombre era una simple herramienta a su
disposición, y debía dedicar su vida a venerarlo.
Durante el Siglo XIV, que coincide con el Trecento, surge
una nueva corriente filosófica: el humanismo. Surge el humanismo, un sistema de
creencias centrado en el principio de que las necesidades de la sensibilidad y
de la inteligencia humana pueden satisfacerse sin tener que aceptar la
existencia de Dios y la predicación de las religiones. Podría afirmarse que no
deja de basarse en las creencias católicas, pero en vez de darle atención al
hecho de un Dios supremo, se la da a que el hombre está hecho a imagen y
semejanza de Dios. Como manera de ilustrar el concepto anteriormente expuesto,
podemos observar la obra de La Creación de Michelangelo que, basado en
experiencias que el salón ha tenido, nos aventuramos a decir que todo el mundo
conoce.
La posición de las manos de Adán y de Dios es la misma, y se
mantienen la mirada fija uno a otro. A pesar de estar en una posición superior
Dios a Adán, podemos ver que la disposición y vestimenta de su corte de ángeles
forma una figura similar a la parte frontal del cerebro humano. El ateísmo no
existe, pero el extremismo católico cae frente al humanismo: el hombre puede
estar muy cercano a Dios sin blasfemia.
Aun así, los reyes utilizaron a Dios como un argumento para
desarrollar la teoría del derecho divino de los reyes, que postulaba que su
autoridad se les era otorgada por Dios. Finalmente, el cobro excesivo de
indulgencias, simonías e impuestos por parte del papado a los reinos católicos
y a los fieles provocó el surgimiento de la Reforma y la Contrarreforma en el
siglo XVI, fenómeno parte crucial del Renacimiento que trataremos superficial
pero acertadamente a continuación pero que, posteriormente, siguientes
exposiciones nos darán una mejor mirada a este suceso.
Reforma y
Contrarreforma
Desde finales de la Edad Media, la corrupción y los vicios
de la Iglesia Católica eran evidentes. Así, en 1546 el sacerdote Martín Lutero
pega, en la puerta de la Iglesia de Wittenberg, un documento estableciendo 95 breves
tesis por las cuales la doctrina católica estaba viciada, dando plataforma a lo
que sería la Reforma religiosa en contra del catolicismo.
En Alemania las ideas de Lutero se extendieron rápidamente,
por estar dividida en múltiples estados cuyos príncipes deseaban independizarse
de la autoridad del emperador Carlos V y del Papa. De este modo, la Reforma se
convirtió en un arma ideológica para justificar intereses políticos.
En Inglaterra, la misma motivación política, impulsada por
el deseo de reforzar la monarquía autoritaria, propició la separación respecto
a la Iglesia de Roma cuando Enrique VIII decidió crear la Iglesia anglicana,
mientras que en Suiza, la Reforma tuvo como protagonista a Juan Calvino, quien
instauró en Ginebra un gobierno extremista basado en la doctrina de la
predestinación.
Sin embargo, la iglesia católica no se quedó de brazos
cruzados frente a estos movimientos que hicieron tambalear el poder político
que había mantenido celosamente desde tiempos romanos, y lanzó su
Contrarreforma el mismo año de la publicación de las 95 tesis de Lutero, que
permitió restaurar la fe católica a través de su radicalización con el Concilio
de Trento. Sin embargo, el daño ya estaba hecho: aunque los estados italianos,
Francia y España se mantuvieron apegados a la fe católica, potencias como el Sacro
Imperio, Inglaterra y Suiza se pasaron al lado protestante.
La Iglesia católica queda profundamente desligada de aquella
dogmática institución medieval para pasar a ser una institución muchísimo menos
radical y más permisiva con sus súbditos. Las simonías e indulgencias
desaparecen, y la corrupción queda en gran parte abolida. La Reforma y la Contrarreforma introducen a Europa en
una breve etapa de conservadurismo religioso que perjudica el desarrollo del
continente y sirve de transición entre el Renacimiento y el barroco.
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